SEXTO DÍA DE NOVENA A LA INMACULADA: MARÍA ES "EL SAGRARIO DE LO DIVINO".
Nada más había sido tan sagrado entre el pueblo elegido como lo fue el Arca de la Alianza. Dentro de este tabernáculo sagrado había descansado la promesa de Dios a su pueblo.
Sin embargo, dentro de esta arca, habían descansado solamente, algunas pocas cosas que Dios había tocado o diseñado. Las tablas de los mandamientos, los escritos preciosos dictados por el mismo Dios, los panes del sacrificio.
Ahora, en la persona de María había una Arca nueva y más santa. Ella fue el tabernáculo diseñado para sostener la posesión más preciada en la tierra, el regalo más maravilloso del cielo.
"Bendita tú entre las mujeres", exclamó el ángel. En su cuerpo llegó la Palabra de Dios hecha carne. Durante nueve meses preciosos ella fue la única tienda que celebró al Cristo viviente. No era la ley de Dios, sino el Hijo de Dios descansando dentro de ella. No eran las palabras dictadas de las Escrituras, sino que la misma palabra eterna la usó a ella como su morada.
Si entonces, el orden de Dios y la reverencia natural de los hombres hicieron rica y preciosa al Arca de la Alianza, ¿cómo podemos dudar de la belleza y la pureza del cuerpo y del alma de quien fuese el tabernáculo del Dios encarnado?
Si el toque de los enemigos de los judíos profanaba y ensuciaba el arca de madera, sin duda, el toque de satanás, ese toque del pecado, habría hecho el tabernáculo del cuerpo y del alma de María indigna morada de Dios.
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